San Ignacio de Antioquía,
Obispo,
Padre Apostólico de la Iglesia.
Carta a los de Esmirna...
(Ap 1:11)
Sn. Ignacio de Antioquía
(35-107 A.D.), un Padre Apostólico de la Iglesia
y Obispo de Antioquía, escribií la siguiente carta cuando
era llevado en cadenas a Roma para ser martirizado.
Se cree que en esta carta, las palabras Iglesia Católica,
fueron usadas por primera vez. Ver el
Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica ref. 830, nota 307.
Ignacio, por sobrenombre Teóforo,
es decir, Portador de Dios, a la Iglesia de Dios Padre y del amado Jesucristo
establecida en Esmirna de Asia, la que ha alcanzado toda clase de dones
por la misericordia de Dios la que está colmada de fe y de caridad
y a la cual no falta gracia alguna, la que es amadísima de Dios
y portadora de santidad: mi más cordial saludo en espíritu
irreprochable y en la palabra de Dios.
1. Doy gracias a Jesucristo Dios, por haberos otorgado
tan gran sabiduría; he podido ver, en efecto, cómo os mantenéis
estables e inconmovibles en vuestra fe, como si estuvierais clavados en
cuerpo y alma a la cruz del Señor Jesacristo, y cómo os mantenéis
firmes en la caridad por la sangre de Cristo' creyendo con fe plena y firme
en nuestro Señor, el cual procede verdaderamente de la estirpe de
David, según la carne, es Hijo de Dios por la Voluntad y el poder
del mismo Dios, nació verdaderamente de la Virgen, fue bautizado
por Juan para cumplir así todo lo que Dios quiere; finalmente, su
cuerpo fue verdaderamente crucificado bajo el poder de Poncio Pilato y
del tetrarca Herodes (y de su divina y bienaventurada pasión somos
fruto nosotros), para, mediante su resurrección, elevar su estandarte
para siempre en favor de sus santos y fieles, tanto judíos como
gentiles, reunidos todos en el único cuerpo de Su Iglesia.
2. Todo esto padeció el Señor por
nosotros, para salvarnos y lo sufrió verdaderamente, así
como también verdaderamente se resucitó a Sí mismo,
y no como dicen algunos infieles que sólo padeció en apariencia.
A éstos les sucederá como ellos piensan, quedándose
en entes incorpóreos y fantasmales.
3. Yo sé que después de su resurrección
tuvo un cuerpo verdadero, como sigue aún teniéndolo. Por
esto, cuando se apareció a Pedro y a sus compañeros, les
dijo: Tocadme y palpadme, y daos cuenta de que no soy un ser fantasmal
e incorpóreo. Y, al punto, lo tocaron y creyeron, adhiriéndose
a la realidad de su carne y de su espíritu. Esta fe les hizo capaces
de despreciar y vencer la misma muerte. Después de su resurrección,
el Señor comió y bebió con ellos como cualquier otro
hombre de carne y hueso, aunque espiritualmente estaba unido al Padre.
4. Amados, os encarezco esto, por más que
sé que éste es vuestro sentir. Pero es que soy para vosotros
como centinela contra esas fieras en forma humana, a las que no sólo
no debéis admitir entre vosotros, sino ni aún siquiera toparos
con ellas en lo posible. Sólo debéis rogar por ellas, por
si se convierten, cosa que es difícil. Pero aun para eso tiene poder
Jesucristo, nuestra vida verdadera. Por cierto, si esas cosas fueron hechas
por Nuestro Señor como meras apariencias, entonces yo estoy en cadenas
como mera apariencia también! Porqué, entonces, me
rendí a la muerte, al fuego, a la espada, a las bestias salvajes?.
Bueno, estar cerca de la espada es estar cerca de Dios; estar en las garras
de las bestias salvajes es estar en las manos de Dios. Que se haga sólo
en el nombre de Jesucristo! para sufrir con El soporto todo, si El, quien
fue hombre perfecto, me da la fuerza.
5. Algunos Lo repudían por ignorancia, o,
mas bien, fueron repudiados por El, siendo abogados de la muerte antes
que de la verdad. Ellos no fueron convencidos por las profesías
ni por la Ley de Moises; no, no aún a este día por el Evangelio
ni los sufrimientos de nuestra propia gente; ellos mantienen la misma
visión de nosotros. Realmente, ¿qué bien me hace cualquiera
que me alaba, pero blasfema a mi Señor al no admitir que El llevó
carne viva de El? El que no admite esto, absolutamente Lo ha repudiado,
y lo que él lleva acerca de él es un cadáver. Por
lo que se refiere a sus nombres, siendo de gentes infieles, no me parece
bien consignarlos aquí por escrito, sino que ni quiero acordarme
de ellos, hasta que no se conviertan a aquella Pasión que es nuestra
resurrección.
6. Que nadie se engañe: aun las potestades
celestes, y la gloria de los ángeles, y los príncipes visibles
e invisibles, estarán sujetos a juicio si no creen en la Sangre
de Cristo. El que pueda entender que entienda. Que nadie se envanezca por
el lugar que ocupa, porque todo depende de la fe y de la caridad, y ningún
valor va por delante de éstas. Reconoced a los que tienen opiniones
erradas con respecto a la gracia de Jesucristo que ha venido a vosotros,
viendo cuán contrarios son a la voluntad de Dios: pues no se preocupan
para nada de la caridad, no les importan ni la viuda, ni el huérfano,
ni el atribulado, ni se preocupan de que uno esté en prisiones o
libre, hambriento o sediento.
7. Se apartan de la Eucaristía y de la oración,
pues no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador
Jesucristo con la que padeció por nuestros pecados, la cual
resucitó el Padre en Su bondad. Así pues, los que contradicen
al don de Dios, perecen en sus disquisiciones. Mejor les fuera tener amor,
para que pudieran compartir la resurrección. Por tanto, es conveniente
apartarse de tales y no hablar de ellos ni en privado ni en público,
prestando en cambio atención a los profetas y particularmente al
Evangelio, en el cual se nos hace patente su Pasión y vemos cumplida
su Resurrección. Huid de toda división como de origen de
males.
8. Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre,
y al colegio de ancianos (presbiteros) como a los Apóstoles. En
cuanto a los diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios.
Que nadie sin el obispo haga nada de lo que atañe a la Iglesia.
Sólo aquella Eucaristía ha de ser tenida por válida
que se hace por el obispo o por quien tiene autorización de él.
Dondequiera que aparece el obispo, acuda allí el pueblo, así
como dondequiera que esté Jesucristo, allí está la
Iglesia Católica. No es lícito celebrar el bautismo o
la eucaristía sin el obispo, pero lo que él aprobare,
eso es también lo agradable a Dios, a fin de que todo cuanto hagáis
sea firme y válido.
9. Es entonces con razáéíón
que debemos enmendarnos mientras tenemos tiempo para cambiar nuestros caminos
y volvernos a Dios. Esta bien venerar a Dios y obispo. El que
honra al obispo,
es honrado de Dios. El que hace algo a ocultas del obispo, rinde culto
al diablo. Que todo, pues, redunde en gracia para vosotros, pues la merecen.
Me han traido alivio en todo respecto, que Jesucristo lo traiga a ustedes.
Si estuve presente o ausente, ustedes me demostraron amor. Vuestra recompensa
es Dios, a quien ustedes llegarán si soportan todas las cosas por
El.
10. Referente a Philo y Rheus Agathopus, quienes
me acompañaron en el nombre de Dios, fue bueno que le dieran una
cordial recepción como siervos de Cristo Dios. Por su parte,
ellos agradecen al Señor en vuestro nombre. Una recompensa para
ustedes son mi vida y mis cadenas, las que ustedes no repudiaron y de las
que no se avergonzaron. Tampoco Jesucristo, nuestra esperanza consumada,
estará avergonzado de ustedes.
11. Vuestra oración hizo su camino a la
Iglesia en Antioquía en Siria. Venido de allí en cadenas
resplandecientes con el esplendor divino, yo le mando saludos a todos.
No que merezco
pertenecer a esa comunidad, siendo el menor de sus miembros; pero por la
voluntad de Dios fui
otorgado este favor-- no, no a causa de ningún acto consciente,
pero a causa de la gracia de
Dios. Haga que esta gracia se me de en perfección, ¡que por
vuestra oración yo pueda hacer mi camino a Dios! Ahora, para que
vuestro propio trabajo se haga perfecto en la tierra y en el cielo, es
apropiado, para el honor de Dios, que vuestra Iglesia mande un delegado
en Dios autorizado para ir a Siria y felicitar a la gente en paz y gozo,
recuperada su grandeza normal, y tener su completo status restaurado a
ellos. Por lo tanto me parece a mí ser una misión inspirada
de Dios el mandar uno de los vuestros con una carta para el propósito
de la unión en la celebración de su tranquilidad dada por
Dios, y porque ellos, gracias a vuestra oración, al fin tocó
puerto. Sean perfectos, por lo tanto, e ideen un método perfecto.
Ustedes necesitan sólo estar dispuestos a hacerlo bien, y Dios está
listo para ayudarlos.
12. En su cariño los hermanos de Troas los
recuerdan.. Es de aquí que mando esta carta por la bondad
de Burrus, quien ustedes conjuntamente con vuestros hermanos, los Efesos,
comisionaron para acompañarme. El me ha dado todo consuelo posible.
Que todos lo imiten, pues él es un modelo de lo que un ministro
de Dios debe ser. La gracia de Dios lo recompensará en todo. Saludos
al obispo, ese hombre de Dios, al presbítero, a los diáconos,
mis sirvientes amigos,
a la comunidad entera, individual y colectivamente, en el nombre de Jesucristo,
en Su Carne y Sangre, en Su Pasión y Resurrección, ambos
corporal y espiritual, en la unidad con Dios y con ustedes. La gracia esté
con ustedes, la misericordia y la paz, y la resistencia paciente, para
siempre.
13. Saludos a las familias de mis hermanos,
incluyendo sus esposas y niños, y a las vírgenes que se encuentran
entre las viudas. ¡Adiós en el poder del Padre! Philo, que
está conmigo, envia sus saludos. Ofrezcan mi respeto a la casa de
Tavia, y yo oro que ella pueda ser firmemente enraizada en la fe y el amor,
ambos carnal y espiritual. Den mis respetos a Alce, ese muy amado amigo
mío, y al incomperable Daphnus, y a Eutecnus, y a todo el
resto por el nombre. ¡Adiós en la gracia de Dios!
Nota: Gran parte de este texto
ha sido traducido literalmente del inglés.
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